Todo está en la cabeza.

sabioPensamiento es toda actividad de la mente. Es aquello que existe mediante el trabajo del intelecto, las creaciones que éste puede generar, tanto las racionales y lógicas como las abstracciones de la imaginación. Todo lo que sea de naturaleza mental es considerado pensamiento, ya sea abstracto, lógico, creativo, artístico, etc. El pensamiento es energía, y como tal tiene la capacidad de transformarse eternamente. Y esta energía que tenemos dentro de nuestra cabeza continuamente, es la fuente de todas nuestras alegrías y de todas nuestras tristezas. Controlando nuestro pensamiento tendremos a nuestra disposición la mejor herramienta para asentar las bases de nuestra salud mental y física, y conseguir día a día mejorar nuestra vida. Estos pensamientos surgen, aparentemente, como burbujas salidas de ninguna parte. Algunos nos resultan agradables y otros nos dañan, puesto que el sentimiento que sigue al pensamiento puede hacernos sentir cualquier cosa, desde felices, satisfechos o eufóricos, a deprimidos, desesperados o paranóicos. Los pensamientos que entran en nuestras cabezas afectan a nuestros estados de ánimo, ya que lo que decimos y hacemos habitualmente es causado por lo que estamos sintiendo, y también influyen directamente sobre nuestras acciones y reacciones hacia los demás. Por consiguiente, los pensamientos nos manipulan como a títeres, por ejemplo, al recordar viejas ofensas sentimos aparecer la misma ira antigua, como si todo estuviese sucediendo nuevamente. Nuestros pensamientos nos impulsan: vamos arriba y abajo, damos vueltas y vueltas. Analicemos qué frases pensamos cuando nos sentimos emocionalmente afectados. ¿Exageramos al usar expresiones como “es terrible”, “no puede ser así”, “es imposible”...? Cuestionemos esos pensamientos derrotistas e irracionales: ¿es realmente terrible esa situación o solamente mala?; esa injusticia, ¿no debería ser así o es mejor decir: “me gustaría que no hubiese pasado así?”. Reemplacemos los pensamientos exageradamente negativos por otros más realistas y constructivos: existen muchas cosas incovenientes en la vida, pero ninguna de ellas es horrible o espantosa. Aunque es claramente preferible que hagamos las cosas bien y consigamos nuestros principales objetivos, no es totalmente necesario para ser felices. Es posible que a veces actuemos insensatamente, pero eso no nos hace estúpidos. No somos lo que hacemos, aunque a veces lo creamos, somos lo que creemos ser, lo que pensamos que somos en el momento presente. Actuemos con base en esos nuevos pensamientos constructivos y sanos: arriesguémonos a fracasar, probemos nuevas experiencias, démonos permiso para disfrutar de las pequeñas cosas aunque el día no haya sido “perfecto”. Salgamos a descubrir el mundo sin miedos.